miércoles, 4 de septiembre de 2013

AQUELLOS VIAJES EN TRANVÍA










AQUELLOS VIAJES EN TRANVÍA
Por José Romero Salgado
El viaje que más recuerdo de mi niñez era el trayecto en tranvía que todos los días hacía para ir a la escuela secundaria en Tampico, Tamaulipas. El tranvía tenía un recorrido de la playa de Miramar en el municipio de Ciudad Madero, que partía de la Estación de la Playa, hasta el mero centro del municipio de Tampico. Yo abordaba el tranvía en la segunda parada desde la playa y se llamaba “Nuevos Proyectos”, que estaba a la entrada de esa colonia petrolera. Había dos tipos de tranvía, los llamado viejos, de color amarillo y cuyas subidas y entradas estaban en los extremos del transporte, era característicos por sus frenos de aire y que enfrenaban poco a poco, y los llamados nuevos que eran de color amarillo y se transportaban a mayor velocidad y tenían un sistema de frenos más moderno. Pero ambos daban el servicio correspondiente. El trayecto hasta el centro de Tampico duraba entre treinta y treinta y cinco minutos, una vez abordado el tranvía, se acercaba un cobrador que llevaba en su cintura una bolsa con monedas para cobrar, en su mano izquierda cargaba una monedas de diferentes denominaciones y que chocaba haciendo sonar el dinero para anunciar que iba a cobrar, en la otra mano llevaba los boletos de diferentes colores y precios que con el pulgar pasado por su lengua recortaba para darlo a los pasajeros. Los costos eran de 40 a 60 centavos. Las siguientes paradas eran “el Bosque” en la colonia del mismo nombre, después seguía la parada “Refinería” que estaba en la calle que llevaba a la entrada a la vieja Refinería Francisco I. Madero. Después seguía “El puerto de Bilbao” nombre de la tiendita que llevaba Don Tobías, un viejo español, la siguiente era “Siete y medio” llamada sí por el trecho recorrido, estaba a unos pasos la escuela Artículo 123, donde cursé la primaria. Si en las paradas no hay gente que se suba o baje el tranvía sigue su viaje, para ello el cobrador situado en la parte trasera del tranvía le chiflaba o le hacia señal al motorista que siguiera de largo. Durante el viaje era posible que subieran dos inspectores, uno que revisaba los boletos de los pasajeros y uno más que revisaba la papeleta del conductor. Las  diferentes estaciones se van pasando con sus peculiares nombres, entre ellos; “Cangrejo”, “Ocampo”, “Vicente Guerrero”, “Dinamarca”, “Mercado”, “Madero” en el corazón de esa ciudad, “La Pierce”, llamada así por la compañía petrolera que había junto al río, “Árbol Grande”, “Morelos”, “El Penal”, justo debajo de las escaleras que llevan al penal de Andonegui, “La Planta”, en honor a la Termoeléctrica de la CFE, “La lágrima”, dicen que lleva ese nombre porque los vecinos fueron a “llorar” a la administración de los tranvías para que les pusieran una parada ahí, “La Laguna”, por la cercanía de la Laguna del Carpintero, a esta altura podemos observar que las casas a los lados de la vía del tranvía tienen un andén de madera elevado que viene desde la puerta de sus casas hasta el bordo de las vías del tranvía para que en tiempos de lluvias, que se inunda, puedan llegar a sus casas, después llega la parada “Estrella” y de ahí al puente de una sola vía para entrar a Tampico. Finalmente llega a su base en el edificio de la Luz en el hoy Centro Histórico de Tampico. Para entonces el tranvía ya viaja lleno de pasajeros.
Durante ese trayecto de 35 minutos uno tenía dos opciones: dormir o ponerse a leer, la verdad nunca he sido un dormilón por lo que se me hizo fácil tomar un libro del estudio de mi papá y durante el trayecto de ida siempre había lugar para sentarse, pues era apenas la segunda parada desde La Playa. De esta manera me inicié con las novelas resumidas del Readers Digest, las historias de la Segunda Guerra Mundial y ya por mi cuenta recorría las librerías del centro de Tampico, donde compré mis primeras novelas de Marcial Lafuente Estefanía y el Lejano Oeste y, las novelas policiales de Agatha Christie, Sherlock Holmes y Mike Hammer, que fueron el bautizo para recorrer el camino de la literatura. Hoy gracias a esos viajes en tranvía soy escritor y lector. 



MAR DE LETRAS y otros naufragios