martes, 8 de enero de 2008

CALIXTO de Jorge Vadillo

Fue al empezar la primavera de 2007 cuando de un brinco bajó del autobús llevando entre las manos libros y cuadernos; eran las nueve y media de la noche y a esas horas el callejón donde vivía estaba oscuro y desierto. Faltaban solamente algunos metros para llegar a la puerta de su domicilio, cuando una voz melodiosa surgida de la oscuridad murmuró:
- Adios Calixto, ¿por qué no me saludas?
Detuvo el paso, miró hacia la entrada del edificio vecino a su casa, y entre las sombras de la noche descubrió el rostro cariñoso y bello de Hermelinda quien enseguida se abrazó a su cuello y llena de ansiedad lo comenzó a cubrir de besos y caricias. No hubo palabras en aquel acto amoroso e imprevisto; la calle seguía oscura y solitaria mientras ellos daban rienda suelta a sus instintos vueltos pasiones. Al día siguiente, el joven se mantuvo inquieto durante la mañana recordando la fogosidad ardiente de la hermosa hembra y aún por la tarde cuando llegó a la escuela donde estudiaba la secundaria, podía mirarse pensativo. Eran las nueve y media de la noche cuando de nueva cuenta brincó del autobús y allí, bajo la luz del alumbrado público, miró con rapidez hacia el oscuro callejón donde vivía, luego a paso lento, llevando libros y cuadernos en sus manos, se dirigió a su domicilio, pero al arribar al punto donde se encuentra el portón del edificio vecino a su casa, pudo mirar entre la penumbra, la figura agresiva de Ramiro, apodado el Pachuco, quien al mirarlo gritó con voz desafinada;
- Adiós Calixto - y en son de burla enseguida le preguntó; - ¿Sigues perdiendo el tiempo en la escuelita? Mejor busca una vieja que te consienta y te vuelva hombre.
Calixto no respondió, sabía que Ramiro desde que se casó con Hermelinda, en 1999, era muy bravucón y peligroso.

Texto publicado en la antología Primavera (2007) de la Asociación de Escritores Tirant lo Blanc.

MAR DE LETRAS y otros naufragios